martes, 25 de agosto de 2009

Los medios, los periodistas y sus intereses

El viernes pasado, el principal asesor comunicacional de Eduardo Frei, Pablo Halpern, accedió a una invitación de Mediápolis, el podcaster que conducen Natalia del Campo, Andrés Azócar, Luis Argandoña y Miguel Paz.

En el programa, Halpern lanzó duras críticas en contra de los partidos políticos y cómo éstos, en vez de sumar, le restan valor a la candidatura de Eduardo Frei. Ello le valió duros dardos desde los timoneles y el asesor tuvo que dar "tres pasos atrás" y aclarar el sentido de sus palabras.

Eso por una parte. Pero, por otra, Halpern también criticó a los medios y a los periodistas que trabajan en algunos medios, cuyos dueños tienen intereses creados en determinadas áreas. En específico, el asesor se refería al papel que juegan Matías del Río y Fernando Paulsen en el panel de Tolerancia Cero.

El siguiente texto es una columna de Andrés Azócar -recogida de La Tercera.cl-, donde realiza un análisis de las palabras de Halpern. Vale la pena leer:

Pablo Halpern, estratega comunicacional de la campaña de Eduardo Frei, justificó en el podcast Mediápolis que el candidato oficialista no asista al programa Tolerancia Cero de Chilevisión, porque: “…encuentro harto complicado y en algunos países tiene re poca presentación que un canal de televisión, o incluso un grupo de periodistas anden por la vida de periodistas-analistas independientes de una elección presidencial cuando trabajan para un candidato”. Halpern apuntaba a Matías del Río y Fernando Paulsen. Pero más allá del comentario (muy interesado por supuesto) abría un debate que en general pocas veces se toca en Chile: la independencia de los medios y la independencia de los periodistas que trabajan en medios que tienen intereses determinados.

Esta discusión es algo tardía en Chile y por lo mismo se ha mitificado el trabajo periodístico, especialmente en dos sentidos. Uno tiene que ver con la intención de los periodistas para generar pautas con fines políticos finamente planificados (incluso en la estructura de las portadas) y el otro, apunta a la capacidad de los medios para cambiar las preferencias y principios de las audiencias. En ambos casos, a lo que aluden las críticas es que los periodistas actúan con poca o nula independencia frente a los propietarios de los medios y que no se lo advierten a sus audiencias. En el caso de Tolerancia Cero, sería una supuesta (por el comando de Frei, fundalmentalmente) poca distancia entre los panelistas y los intereses del candidato presidencial y dueño de Chilevisión, Sebastián Piñera.

Los medios tienen mucha responsabilidad en esta mitificación. A diferencia de lo que ocurre en países como EE.UU. acá no explicitan editorialmente cuál es su posición política y, en este caso, quién es el candidato que los identifica. No sólo eso, la industria ya establecida (todos) siempre ha puesto barricadas más o menos contundentes al ingreso de nuevos competidores, lo que evidentemente amplia las suspicacias sobre el trabajo de los periodistas. Para que hablar del peso que la historia reciente pone sobre el rol que jugaron los medios tradicionales.

Sin embargo, las dudas que pone Pablo Halpern apuntan especialmente a agrandar la desconfianza y fortalecer la mitología de la independencia. Halpern conoce de cerca los medios y sabe cómo funcionan. Sabe que los avisadores y ciertos sectores tienen capacidad de veto, pero al mismo tiempo tiene claro que los periodistas conocen las fronteras con mucha claridad y sobre ese campo ejercen el periodismo. Halpern sabe que Paulsen y Del Río no reciben todos los domingos un llamado desde el comando de Piñera y que la independencia de ambos no está en juego, pero su golpe no apunta al público informado, sino a la gente que ve en los medios conspiradores institucionalizados. Por lo mismo eligió un medio no tradicional (Mediápolis está alojado en Podcaster) para desenfundar sus críticas.

Pero más allá de los comentarios de Halpern, es indudable que la industria de las comunicaciones está sometida -como muchas otras- a presiones que en ocasiones erosionan su independencia. Pero (a diferencia de otros negocios) el resguardo está ligado a la superviviencia del medio: la credibilidad es su principal activo y el de los periodistas. Los medios se enfrentan a un nuevo mundo y ese mundo presionará por mayor transparencia. La industria deberá velar porque las audiencias entiendan de qué se trata todo esto y deberán estar preparados para ser más específicos (más allá de la visión de las editoriales) sobre sus intereses.

viernes, 21 de agosto de 2009

El correcaminos Bolt


La foto que ilustra la portada de este viernes de El Mercurio es sencillamente extraordinaria.

Muy buena decisión editorial.

miércoles, 5 de agosto de 2009

La "broma pesada" de La Nación




Con ese título en un recuadro explicó el diario La Nación, en su edición del miércoles 5 de agosto, el impasse que protagonizó la diputada María Antonieta Saa (PPD) con los radicales José Antonio Gómez y Fernando Meza cuando toda la Concetación se fotografiaba con Eduardo Frei en los pasillos del Congreso, el pasado martes 4.

El entrevero fue portada en todos los medios e hizo recordar el episodio que involucró a Gómez y Meza con Camilo Escalona en las pasadas primarias oficialistas, pero, en vez de eso, el diario estatal optó por atribuir el impasse a una "broma pesada" de la parlamentaria, criticando, incluso, la resonancia que le dieron el resto de los medios al informar sobre aquello.

"…se supo que en un clima distendido, éste (Meza) fue aludido en un broma de la diputada PPD, quien le habló del 'estilo Escalona' lanzándole un improperio igual al usado por el senador contra José Antonio Gómez la noche de las primaras concertacionistas. Pero de la molestia se pasó a las excusas de Saa a Meza y no hubo terremoto. Pese al destaque que algunos medios quisieron darle”, publicó La Nación ese día.

Entiendo que el diario estatal -que muchos en la Concertación confunden con el diario gubernamental- defina su línea editorial apegado a los principios de la coalición, pero episodios como éstos -donde lejos de informar la verdad, se desinforma- da pie para que la Alianza critique con justicia la utilización política que se le da al medio en época electoral.

Algunos justifican esa posición arguyendo que El Mercurio y La Tercera defienden los intereses de la derecha política y empresarial, pero -hasta donde yo sé- sus periodistas, editores y directores, buscan informar noticias pero, sobre todo, entregar buenas historias a sus respectivas audiencias. Porque son éstas, en último término, las que le dan vida a un diario y su razón de ser.

Desde años se arrastra una discusión sobre qué hacer con La Nación. Hubo intentos por reflotar y hacer un diario que compita con los otros dos grandes -sacaron una muy buena edición de La Nación Domingo-, pero esos intentos han perdido bríos con el pasar de los años.

Desde luego son varias razones que explican porqué La Nacion no ha podido copar el espacio que, por ejemplo, dejó la desaparición de La Epoca, pero ciertamente que la portada que ilustra este post y el recuadro que explica el impasse de Saa con los radicales, le hacen un flaco favor a los intentos por hacer un diario estatal de calidad.