domingo, 15 de agosto de 2010

Sexo y Estado


El viernes pasado, el Ministerio de Educación prohibió la divulgación de la Enciclopedia del Sexo, considerada por las autoridades como algo impropio de difundir entre los alumnos de la educación media. Este domingo, como es costumbre, Carlos Peña provoca nuevamente con una columna en su estilo en El Mercurio.

¿Es sensato que el Ministerio de Educación -como acaba de ocurrir- ponga lejos del discernimiento individual de los profesores una enciclopedia destinada a preparar clases con el argumento de que posee "un alto contenido erótico"?

No, no es sensato. Pero ocurrió.

Un funcionario municipal -hojeando, es de suponer, la enciclopedia- descubrió que tenía "alto contenido erótico". Hecha la denuncia, el ministerio decidió retirarla:

"Los contenidos -explicó José Miguel Ossa, el empleado municipal que constató el peligro- no son compatibles con el proceso formativo ni con lo que quieren los apoderados que se les enseñe a sus hijos".

A ese episodio se sumaron otros.

La semana pasada circuló un Boletín del Sernam. En él se subraya cuán importante es que los adolescentes "comprendan que su vida sexual debe postergarse hasta el matrimonio". De esa manera -y gracias al vínculo conyugal- se evitarían "consecuencias poco placenteras" como el sida, los embarazos no deseados o los abortos.

El texto cita como fuente un sitio web -enfoquedefamilia.com- de inspiración cristiana. En el sitio pueden encontrarse textos tan aleccionadores como Palabras de Vida, una recopilación de versículos de la Biblia para orientar la crianza; la Guía de Oración para la Mamá Ocupada, que incluye diversos rezos para soportar el agobio; o Soy una Buena Madre, un libro que explica cómo "Dios ha colocado dentro de ti todas las cualidades requeridas para ser la madre que anhelas".

Pero eso no es todo.

Hace un par de semanas, Ximena Ossandón, vicepresidenta de la Junta Nacional de Jardines Infantiles -lectora, puede suponerse, de www.enfoquedefamilia.com y quien adornó la entrada a sus oficinas con una efigie de la Virgen-, sugirió que algunas madres abusaban de la institución para "pasarlo bien, ir a tomar o ir a la playa".

Increíble.

Todos esos episodios -a la distancia, los protagonistas deben sentir algo parecido a la vergüenza- ponen de manifiesto que en el Gobierno existe un puñado de personas que malentienden su labor.

Personas que confunden la moralidad personal y lo que pudiéramos llamar la moralidad política.

La primera -la moralidad personal- atinge al tipo de vida que cada uno decide perseguir y a los ideales de realización personal en los que cree. La segunda -lo que pudiera denominarse moralidad política- es relativa a los ámbitos de competencia del poder estatal, el tipo de cosas en las que el Estado y sus funcionarios pueden inmiscuirse.

Cómo viva alguien su sexualidad, si acaso la subordinará o no al matrimonio, si emplea la abstinencia o el preservativo, es un asunto que pertenece a la esfera de la moral personal y no a la competencia del Estado.

¿Debe concluirse, entonces, que el Estado ha de abstenerse de toda actividad relativa a cuestiones de moralidad personal?

Por supuesto que no. El Estado debe poner a disposición de los ciudadanos adultos (entre los que se cuentan los profesores) una información completa y veraz acerca de la sexualidad; promover políticas públicas a favor de la familia (no sólo la unida en matrimonio); cuidar que en esos ámbitos nadie coaccione a nadie, y brindar, además, a niños y niñas una educación que los ayude a acercarse reflexiva y, en el futuro, autónomamente, a esa parte de su vida. Pero la tarea del Estado no es decirles a los ciudadanos cómo deben vivir -qué ideal de vida deben perseguir-, sino asegurar un espacio de educación y de recursos para que cada uno, en diálogo con los que confía, se forje su propio proyecto de vida.

Y es que en las sociedades modernas, los ciudadanos no eligen a las autoridades para que ellas les digan cómo deben vivir. Las eligen para acceder a los bienes materiales y simbólicos que les permiten ejercer su libertad.

Las eligen, a fin de cuentas, para que sea cada persona adulta quien decida si lee la Enciclopedia del Sexo o si se queda en casa navegando por enfoquedefamilia.com